Se prevé se harán en breve cambios en la
estrategia por parte del gobierno federal, para poder impulsar tanto el
incremento en el consumo de productos pesqueros, como la soberanía alimentaria
nacional en éste rubro, al promover inversiones en materia de acuicultura.
El fomento al consumo de productos pesqueros,
tiene como finalidad el lograr que la población nacional alcance idealmente, un
consumo per cápita de pescados y mariscos, cercano a los 10 kg/año.
Para lograr ésta cifra, considerando las
mermas que se tienen en la red de manejo de estos productos perecederos, además
de contabilizar los desperdicios generados por el procesado de los mismos
(eviscerado, descamado, deshuese, fileteo, etc.) se deberá tener una
disponibilidad de 30 Kg/ año de
productos pesqueros a pie de playa.
Considerando que tenemos una población de casi
120 millones de mexicanos, se requiere
un volumen de estos productos
cercano a las 3.6 millones de toneladas para lograr ese nivel de consumo.
De acuerdo al Anuario estadístico de Pesca
2013, para dicho año, la producción pesquera y acuícola nacional para consumo
humano directo (sin contabilizar el consumo indirecto y las capturas de
productos para uso industrial) se estimó
en 1.081 millones de toneladas.
Por tanto, de haberse tenido el consumo per cápita de 10 Kg/ persona
deseado, se habría tenido un déficit de más de 2.519 millones de toneladas, es
decir, de 2.33 veces la producción nacional lograda.
Es un hecho que gran parte del incremento en
la demanda nacional de productos pesqueros, se ha ido satisfaciendo mediante la
importación de productos pesqueros congelados provenientes principalmente de
países en desarrollo de otras partes del mundo. Del sureste asiático se traen
grandes cantidades de tilapias enteras y filete, así como filetes de bassa,
mientras que se han importado camarones producidos en centro américa y en otros
países asíaticos.
Este fenómeno, no es exclusivo para México. Se
está presentando en muchos países de américa latina.
Lamentablemente, el limitarnos a solamente alentar
las importaciones, lo que hace es fortalecer la producción de pescados y
mariscos de esos países exportadores, lo
que hace más difícil a los pequeños
productores locales competir en sus propios territorios, con esos productos de
alta calidad y bajos costos que se distribuyen a través de las grandes cadenas
departamentales, ya que los pequeños
productores locales no tienen
desarrollada una capacidad de producción lo suficientemente grande que
les permita alcanzar economías de escala
para abaratar el costo de sus insumos. Típicamente, dichos productores no
tienen acceso a innovaciones técnicas de producción o a equipos para la
producción que sean altamente eficientes a menos que también sean importados
(por ejemplo aireadores, membranas plásticas de alta resistencia y durabilidad,
equipos de análisis de calidad de agua, por citar algunos) y sus productos, no
cuentan con certificaciones internacionales en materia de sanidad e inocuidad.
Otro aspecto que ha estado frenando el
desarrollo de la acuicultura en aguas interiores, ha sido la falta de sinergia entre
dependencias gubernamentales, ya que mientras la CONAPESCA pretende apoyar
inversiones para incrementar la producción de especies como la tilapia Oreochromis sp y la carpa de Israel Cyprinus carpio, los productores encuentran fuertes
trabas para obtener acceso legal para el uso del agua necesaria para su
producción por parte de la CONAGUA, no obstante se plantea en muchos casos la
acuicultura como un uso previo del agua a su uso ya concesionado en la
agricultura, a los mismos particulares interesados en incursionar en la
actividad acuícola.
Igualmente, se ha observado diferentes grados
de resistencia por parte de la autoridad ambiental (SEMARNAT) para el
otorgamiento de autorizaciones en materia de impacto ambiental para dichos
proyectos, por tratarse en ambos casos de especies exóticas, con hábitos omnívoros.
Irónicamente, el propio gobierno federal introdujo
ambas especies en casi todos los grandes embalses de aguas interiores del país
desde los años 70’s haciendo esfuerzos si bien no constantes pero sí
frecuentes, tanto por parte de la federación como por las autoridades estatales
y municipales y los propios particulares, para lograr el establecimiento de poblaciones
de dichas especies que actualmente dan sustento a las 2 más importantes
pesquerías acuaculturales que tenemos.
No está a discusión la importancia que tiene
la conservación de nuestra biodiversidad.
Sin embargo, deben de tomarse decisiones
cupulares que permitan alinear las prioridades de las diferentes dependencias
gubernamentales, para que tomando en consideración las tendencias globales, se
tomen decisiones que se puedan aplicar de manera homologada en todo el país, y
que en cada localidad permitan el que
nuestros pequeños productores rurales generen productos pesqueros que
contribuyan a mejorar sus ingresos familiares, satisfagan la demanda creciente de productos
pesqueros y les permita proveer a sus comunidades de productos pesqueros y
acuícolas de alta calidad a precios competitivos, reduciendo así la necesidad de importar dichos productos para
atender la demanda.
Deberá implementarse un programa nacional que
permita la regularización de las unidades acuícolas que ya están operando, así
como el lograr una serie de mejoras regulatorias que permitan al productor
obtener previo al inicio de nuevos proyectos, de una manera simple, las
autorizaciones necesarias que le permitan operar de manera legal y eficiente.
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